Protege tus ojos
Observar el Sol siempre entraña un riesgo, pues la gran cantidad de radiación que emite a diversas longitudes de onda (principalmente del infrarrojo al ultravioleta) puede dañar permanentemente la vista, produciendo incluso ceguera. Como regla general nunca debe observarse el Sol directamente, ni con aparatos ni con filtros ni a simple vista. La retina puede quemarse o cegarse parcialmente sin aviso, pues no produce sensación de dolor. El daño puede ser instantáneo e irreparable si la observación se hace con un aparato: ¿quién no ha visto arder un papel puesto tras una lupa?; pues de la misma manera que una lupa, actúan la mayor parte de aparatos que concentran luz mediante lentes: prismáticos, cámaras fotográficas, anteojos, telescopios, etcétera.
Lo dicho se refiere tanto al Sol sin eclipsar como al Sol eclipsado parcialmente o un eclipse anular: la cantidad de radiación que llega del 1% de la superficie del Sol es suficiente para dañar la vista. Ello puede verse con un sencillo cálculo. El 1% de la superficie del Sol emite 5 magnitudes menos que el Sol entero, lo que equivale a una luminosidad de 4.000 lunas llenas concentrada en una región de 3' de tamaño, cuya imagen en el ojo ocupa unos pocos receptores de luz, los cuales serán dañados permanentemente, aunque no así los receptores vecinos.
Gafas de eclipse y otros filtros
Las denominadas "gafas de eclipse" (adquiridas en tiendas especializadas y planetarios) están diseñadas para observar el Sol con seguridad durante cortos periodos de tiempo, bien inferiores al minuto. Deben usarse sólo si se encuentran en buenas condiciones, sin raspaduras, perforaciones, arañazos, roturas ni dobleces. Conviene probarlas antes mirando una bombilla de incandescencia.
Si necesitas adquirir unas gafas para la observación del eclipse, en los puntos de venta del CNIG están a la venta una gafas que te permitirán observar, sin riesgo, eclipses y manchas solares.

Se ha hablado mucho del uso de filtros para la observación del Sol. Hay filtros profesionales para ello, que pueden ser usados con seguridad. Su inconveniente es que pueden ser caros, pero hay razones muy importantes para ello. En primer lugar, reducen la cantidad de luz en la cantidad adecuada para ser utilizables por el ojo humano. En segundo lugar, reducen la luz de todas las longitudes de onda (del infrarrojo al ultravioleta), teniendo especial cuidado en filtrar adecuadamente las radiaciones más nocivas para el ojo humano. Deben reducir como mínimo en un factor 30.000 (¡treinta mil!) la radiación visible del Sol, lo que reduce su brillo al de un cuarto creciente lunar. El infrarrojo próximo (hasta 1,4 micrómetros) se reduce varios centenares de veces.
Los filtros "caseros" son totalmente desaconsejables. Se han usado desde películas veladas a viejos disquetes tipo floppy, pasando por radiografías, gafas de sol, CDs, cristales ahumados, gafas de soldador, filtros baratos para prismáticos y telescopios... De todos ellos el único razonable son los vidrios o filtros de soldador de alto grado (de 12 a 14), aunque sus cualidades ópticas pueden dejar mucho que desear. Los demás o bien no filtran la radiación en el factor requerido o bien no filtran adecuadamente todo el rango de longitudes de onda al que responde el ojo humano. Como caso anecdótico del peligro que entrañan estos sistemas caseros está el de las películas veladas al sol (y después reveladas) de fotografía en blanco y negro: antiguamente contenían suficiente cantidad de plata como para dar lugar a un filtro «razonable» (doblando varias veces la película sobre sí misma), pero en la actualidad algunas utilizan tintes en lugar de plata, con lo que han perdido todo su poder protector como filtro solar; habría que empezar asegurándose de que la película contiene plata. Los demás tipos de película (color, diapositiva) no son adecuados en absoluto.
En cualquier caso, observar el Sol, aunque sea con un filtro bueno es algo que resulta un tanto peligroso, pues puede producirse un despiste y acabar mirando sin tal filtro. No es descabellado pensar en el caso de un niño que observa el Sol con un filtro y, de manera totalmente ingenua, se le ocurre echar un vistazo al Sol apartando el filtro... No hay nada tan seguro como proyectar la imagen del Sol, a no ser que uno sepa muy bien lo que está haciendo y cuente con los filtros profesionales adecuados.
Observación mediante proyección de la imagen del Sol
Para evitar cualquier accidente no tenemos más remedio que insistir; el propio Sol o un eclipse de Sol nunca debe ser observado mirando directamente al Sol, sino que debe ser observado proyectando la imagen del Sol sobre un papel, pantalla, pared o techo. Al actuar por dispersión, dicha superficie reemite una fracción muy pequeña de la luz recibida, que es sólo la que ha pasado por el agujero. Incluso mirar el Sol a través de filtros muy oscurecidos entraña riesgos y no se aconseja.
El método más simple, aunque menos agradecido, consiste en utilizar dos cartulinas opacas, a una de las cuales se practicará un pequeño agujero. Colocándose de espaldas al Sol, se sujeta la cartulina agujereada de tal manera que los rayos del Sol incidan más o menos perpendicularmente sobre ella y que la luz que pasa por el agujero se proyecte en la otra, situada a modo de pantalla a varios palmos de la primera y paralela a ésta. Según sea el tamaño del agujero la imagen se verá más o menos nítida y más o menos luminosa. La separación entre las dos cartulinas también depende del tamaño del agujero. Conviene probar con agujeros de distinto tamaño hasta encontrar uno que nos satisfaga.

Una variante de lo anterior se consigue proyectando sobre una pared la imagen del Sol con un espejo de mano enteramente cubierto con un papel al que se ha recortado un agujero de medio centímetro de diámetro. No es necesario que este agujero tenga una forma particular: de hecho, es interesante hacer varios, por ejemplo, uno redondo, otro cuadrado y otro triangular, y se verá como la imagen que proyecta cada uno de ellos en la superficie escogida tiene la misma forma: un disco si es el Sol sin eclipsar, un disco parcialmente oscurecido si es el Sol parcialmente eclipsado. Su tamaño sí es importante; cuanto más grande, más luminosa pero más borrosa será la imagen proyectada. Por ello conviene hacer pruebas con agujeros de diverso tamaño hasta encontrar el óptimo. Tal tamaño también depende de la distancia a la que se encuentre la superficie de proyección (pared, techo o pantalla). Si se está observando un eclipse, a medida que se eclipsa el Sol puede convenir usar agujeros más grandes. Este procedimiento nada peligroso tiene la ventaja adicional de permitir que un grupo de personas observe el fenómeno al mismo tiempo, lo que permite hacer comentarios y entretiene durante el largo tiempo que tarda el Sol en eclipsarse.

Si la proyección se realiza mediante unos prismáticos o un pequeño telescopio se tendrá una imagen mucho más luminosa, pero hay que tener en cuenta los peligros añadidos. Uno de ellos es que el calentamiento excesivo del aparato (especialmente su ocular) puede dañarlo, por lo que conviene dejarlo enfriar un rato cada pocos minutos de observación. Otro de ellos es que a alguien (¿algún niño?) se le puede ocurrir mirar por el aparato, lo que le acarrearía probablemente la ceguera en tal ojo. Por ello conviene colocar la pantalla de proyección en el suelo, inclinada perpendicularmente al haz de luz. El telescopio o prismáticos deben orientarse de manera que la imagen se proyecte en la pantalla y hay que manipular el enfoque del aparato hasta que aparezca una imagen nítida en la pantalla. La luminosidad aparente de la imagen aumentará si se impide que la luz del Sol dé directamente en la pantalla de proyección, lo cual se puede conseguir con algún tipo de montaje, como insertar los prismáticos en una cartulina.
