La totalidad en el Sol
Un eclipse solar total es uno de los espectáculos más impresionantes que puede ofrecernos la naturaleza, y en los próximos años vamos a tener la fortuna de presenciar dos de ellos, además de uno anular. Pero ¿qué vamos a ver cuando estemos ante uno de estos fenómenos? En un eclipse total tendremos una secuencia progresiva, en la que el disco lunar irá tapando poco a poco el disco solar, hasta cubrirlo completamente. Tras unos pocos segundos o minutos de totalidad, observaremos luego el proceso inverso: la luna se irá desplazando y descubriendo el Sol, hasta que dejen de superponerse y volvamos a observar el disco solar completo.

Podemos ir siguiendo la secuencia del eclipse paso a paso, y ver lo que nos depara cada una de sus fases. En primer lugar tendremos lo que llamamos el primer contacto (de un total de cuatro instantes que llamaremos así a lo largo de todo el fenómeno), que se producirá en el momento en el que el disco lunar "toque" y empiece a superponerse al del Sol. No existe contacto real, la palabra se refiere a nuestra percepción al observar los dos discos en el cielo. Hasta que no se produce el primer contacto la Luna, aunque esté al lado del Sol, va a ser totalmente imperceptible para nosotros como observadores. Es una Luna en fase nueva, de la que solo vemos la cara en sombra, y la luminosidad del Sol es tan intensa que no percibimos nada de este cuerpo hasta que su presencia se hace patente en el eclipse.
A partir del primer contacto empezará la primera fase de eclipse parcial, en la que la Luna irá ocultando progresivamente un mayor porcentaje de la superficie del Sol. Esto durará unas decenas de minutos. Es muy importante resaltar que durante el eclipse parcial, aunque la luz solar pueda ir decreciendo progresivamente, nunca se puede mirar el Sol de forma directa o sin la protección adecuada (más información la sección de Cómo observar los eclipses). La disminución de la luz solar que se produce en un eclipse parcial con un alto oscurecimiento puede hacer que nos confiemos porque mirar al Sol no resulta tan molesto, pero la radiación que emite aunque sea una pequeña parte de la superficie del Sol ya es peligrosa para nuestra visión.

La Luna irá cubriendo el Sol cada vez más, hasta que ya lo haya ocultado casi por completo. Los instantes finales de la parcialidad nos van a traer algunos detalles interesantes. Cuando la Luna ya se ha interpuesto casi completamente ante disco solar, solo nos quedará un filo de luz del Sol en el borde de su disco. Unos segundos antes de la ocultación total tendremos un efecto denominado "anillo de diamantes". Ya se podrá ver un brillo tenue alrededor del resto del disco Sol-Luna eclipsados, y quedará ese fragmento final de luz solar directa en una pequeña zona, por lo que podrá recordarnos a un anillo que tiene engarzado un diamante de gran brillo.

Apenas unos segundos después, justo antes de la ocultación total, tendremos aún unos pequeños fragmentos de luz solar, que además ya no serán una línea continua, sino que parecerán una cadena de cuentas de luz. Se llaman perlas de Baily, llamadas así en honor al astrónomo británico Francis Baily, que las describió por primera vez en el eclipse de Sol de 1836. Estas canicas de luz se producen porque la Luna no es una esfera lisa, sino que tiene relieve, como montañas, cráteres y valles. La última luz intensa del Sol que recibimos es la que se filtra a través de los huecos de este relieve en el borde del disco lunar. Además de producir un bonito efecto visual, estas cuentas de luz han tenido un importante valor científico para el estudio de la topografía de la Luna. Como ahora conocemos bien la orografía lunar, ahora podemos prever con antelación cómo se van a ver las perlas de Baily de un eclipse solar concreto.

Y ahora sí, llega la totalidad. La luna oculta completamente al Sol, situación que durará entre unos segundos y unos pocos minutos, según el eclipse y la ubicación de la persona que observa en la franja de totalidad correspondiente. Durante esta fase lo que veremos será un círculo oscuro, que es realmente la cara en sombra de la Luna, y alrededor un halo de luz tenue. Esta es la única fase de un eclipse solar en la que podemos mirar al Sol sin gafas de eclipse o protección homologada, pero hay que tener mucha precaución para no hacerlo hasta estar seguros de que la ocultación es completa, y dejar de hacerlo antes de que finalice.

¿Qué estamos viendo en la fase de totalidad? Para entenderlo es necesario considerar nuestra estrella en su totalidad y recordar que, tal como se explica más en detalle en la sección "La ciencia de los eclipses", el Sol es una gran esfera de gas, compuesta fundamentalmente de hidrógeno y helio. La capa que consideramos la superficie del Sol se denomina fotosfera, y es la que emite la mayor parte de la luminosidad que observamos habitualmente. Pero por encima de ella hay dos capas más, la cromosfera y la corona, que constituyen lo que podemos denominar la atmósfera del Sol. Las regiones rojizas o rosaceas que vemos en imágenes como las del anillo de diamantes o las perlas de Baily pertenecen a la cromosfera, y se deben a la emisión del hidrógeno en esta capa. Por su parte, el halo de luz que vemos en torno al disco duro en el eclipse total corresponde a la emisión de la corona solar. La corona emite de una forma tan tenue, debido a su baja densidad, que en condiciones normales es imposible verla, porque su brillo es imperceptible en comparación con el de la fotosfera. Esto, sin embargo, cambia en unos momentos muy especiales, que son los de la totalidad de un eclipse solar. En este caso la Luna bloquea toda la emisión de la fotosfera, y a cambio el brillo de la corona se hace patente en un espectacular halo.

Los eclipses solares totales son una gran ocasión para ver y estudiar la emisión de la misteriosa corona, pero también sirven para ver otros fenómenos que tienen lugar en las capas más externas del Sol. Estamos hablando de las erupciones o fulguraciones solares, grandes explosiones que se producen en algunos puntos de la atmósfera solar cuando se liberan grandes cantidades de energía por fenómenos magnéticos del Sol, y que también se explican de forma más detallada en la sección "La ciencia de los eclipses". Los eclipses solares totales son la única oportunidad natural que tenemos de ver directamente, con telescopios y cámaras adecuadas, la estructura en arco o las emisiones que producen estos impresionantes fenómenos atmosféricos del Sol.

La fase de totalidad durará unos segundos o unos pocos minutos. Cuando llegue a su final tendremos el llamado tercer contacto, es decir, el instante en el que el disco lunar, en su desplazamiento, comience a descubrir el disco del Sol. A partir de ahí podremos vivir a la inversa todo el proceso que nos llevó a la totalidad: observaremos de nuevo las perlas de Baily y el anillo de diamante, con la emisión rosada de la cromosfera, y después presenciaremos toda la fase parcial, en la que la Luna irá progresivamente dejando de ocultar el Sol. El eclipse terminará con el cuarto contacto, el último instante en el que veremos a la Luna y al Sol superponerse en el cielo. Tras ese momento la Luna, que nos habrá regalado este increíble espectáculo, volverá a ser invisible para nosotros en el cielo, y el Sol brillará redondo y pleno con toda su fuerza.
La totalidad en la Tierra
Hemos descrito qué podremos ver en un eclipse total al observar el Sol (con la debida protección para nuestra visión), pero el espectáculo no va a estar solo en nuestra estrella, sino también a nuestro alrededor. Durante la parcialidad la intensidad de la luz solar seguirá siendo muy alta, así que seguiremos estando a pleno día, pero merecerá la pena observar por ejemplo la diferencia en las sombras que produce la luz del Sol al pasar entre las hojas de los árboles. El momento más impactante se producirá con el inicio de la totalidad, cuando tendrá lugar una disminución muy brusca de la luz del Sol. No será exactamente como noche cerrada, pero sí como un atardecer muy tardío, ya cerca de hacerse de noche. También percibiremos un descenso muy brusco de la temperatura, todo en cuestión de unos cuantos segundos. Donde antes brillaba el Sol ahora veremos el disco oscuro de la Luna, rodeado por el halo de la corona solar, y en el resto del cielo veremos aparecer algunas de las estrellas más brillantes, que hasta ese momento eran invisibles debido a la luz del día.

Este cambio brusco de luminosidad y temperatura en un momento en el que no corresponde, porque no es la caída de la noche, nos sorprenderá no solo a las personas, sino también a los animales. Ya en 1239 un monje italiano registró que durante un eclipse total, "todos los animales y pájaros estaban aterrorizados, y las bestias salvajes podrían atraparse fácilmente". En épocas más recientes hay todo tipo de testimonios de astrónomos y de observadores de eclipses que hablan de vacas que vuelven a los establos, de pájaros que empiezan a cantar o a volar con frenesí justo antes de la totalidad y luego permanecen en silencio durante la misma, de grillos que se ponen a cantar, ranas que se ponen a croar, murciélagos que salen de sus cuevas, arañas que destruyen sus telas, e incluso ballenas que aumentan la frecuencia de sus saltos en el mar. Más allá de estos testimonios personales es difícil establecer de forma precisa cómo reaccionan, porque los eclipses solares totales son demasiado infrecuentes y ocurren en lugares muy diversos de la Tierra como para poder hacer observaciones sistemáticas y detectar patrones de comportamiento comprobados. Pero sí parece claro que los animales perciben estos cambios bruscos de luminosidad y temperaturas en un momento que no coincide con sus ciclos habituales diurnos y nocturnos, y que reaccionan ante ello. Por lo tanto, al observar un eclipse total también es muy interesante prestar atención, por ejemplo, a cómo reaccionan los pájaros u otros animales a nuestro alrededor.
El último espectáculo en un eclipse solar total, más allá del cielo, del entorno o de los animales, seremos las propias personas. Quienes lo han vivido hablan de un momento sobrecogedor, donde alcanzas conciencia sobre tu propia insignificancia en el universo al mismo tiempo que te sientes testigo y parte de un fenómeno que supera todos los límites de tu experiencia cotidiana. Algunas de las imágenes más bellas de un eclipse son las del asombro, deleitación y felicidad de las personas que lo están observando. Así que durante un eclipse total es importante entender lo que se está viendo, pero más importante es vivirlo, porque probablemente es una experiencia que se recordará toda la vida.